Los textos que se escribían desde el frente, el hospital o la prisión, hablaban casi siempre de lo mismo: la salud, la necesidad de recibir cartas con más frecuencia, el frío, la petición de paquetes con comida, ropa, tabaco, jabón,… y expresaban la esperanza en que todo acabaría muy pronto y se podría volver a ser feliz. No se podía hablar de mucho más, la censura militar velaba para que así fuera. Pero a pesar de lo previsible de su contenido, el momento más esperado del día era el de la llegada del correo. El recibir y escribir cartas o tarjetas, era una forma de mantener la ilusión y combatir la soledad y el miedo. Esto ayudaba a evitar la depresión o la desesperación. Por ello, en ambos bandos, se intentaba que el sistema de correo entre los soldados y sus familias funcionara lo mejor posible, a pesar de las dificultades que las circunstancias imponían.
Para el combatiente era fundamental dar a conocer que estaba vivo y constatar que los suyos también lo estaban. La escritura y recepción de cartas era una actividad tan importante, necesaria y cotidiana que incluso era motivo de ilustraciones en carteles y tarjetas postales, como podemos ver en las siguientes imágenes
Izq: Cartel (en catalán) animando a escribir a los amigos de todo el mundo para defender la “revolución”. También se editó como tarjeta, pero substituyendo "revolución" por "república". Der: Tarjeta postal facilitada a los combatientes de una Brigada Mixta del Ejercito Popular. El mensaje básico ya estaba escrito. |
En España la tasa de analfabetismo absoluto superaba el 50%, por ello no sorprende encontrar muchas caligrafías y ortografías deficientes. Hubieran podido ser muchas más, pero era habitual el recurrir a un compañero más letrado para escribir y leer las cartas. Fueron muchos los que aprendieron a leer y a escribir en el frente, para poder comunicarse con sus familias. En este sentido fue fundamental la labor de los grupos de alfabetización creados para ello, como por ejemplo las Milicias de la Cultura en el bando republicano.
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Foto: M. Michaelis |
Desde el frente, cuando las circunstancias bélicas lo permitían, no era raro escribir una tarjeta cada día y una carta o dos al mes. Desde muchas prisiones no se podía enviar más de una tarjeta semanal. El volumen de la correspondencia generada por soldados y presos, sus familias, amistades, novias, etc. fue enorme; varios centenares de millones de cartas o tarjetas en los tres años de guerra. En el frente de Aragón, durante los primeros meses de la guerra, el correo de las milicias catalanas repartía diariamente unas 30.000 tarjetas postales.
La falta de comunicación postal entre las dos zonas dejaba aislados a los miembros de muchas familias. Un caso típico es el de las familias que al estallar la guerra (julio) tenían alguno de sus miembros pasando las vacaciones en una población que quedó en el otro bando. Otro caso típico es el de los refugiados, gentes huidas de la otra zona.
El remitente se dirige al Señor Alcalde de Vergara para comunicarle que está en la cárcel en espera de poder demostrar que se fugó de la “Zona Roja” y que es afecto al Movimiento Nacional, pero para ello necesita localizar a su familia para que declare a su favor
Capítulo siguiente (ver índice): Una conexión con la vida
1 comentario:
un blog fet amb sensibilitat i carinyo pels detalls d'un període tan difícl. felicitats
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